Claramente la respuesta es no.
El azúcar o sacarosa es un hidrato de carbono, es decir, un macro nutriente que aporta energía en forma de calorías y tiene peso molecular. Químicamente es un disacárido (dos unidades de azúcares simples) formado por glucosa y fructosa a partes iguales.
Está presente de forma natural en frutas, verduras, miel y ciertos cereales. Se puede obtener de la caña de azúcar donde los tallos de dicha hierba conocida como Saccharum officinarum, son ricos en sacarosa y también se puede obtener de la remolacha azucarera.
Como todo hidrato de carbono, es fuente de energía rápida para nuestro organismo y cumple funciones metabólicas específicas.
Se utiliza en la Industria Alimentaria por su poder endulzante.
Según el Código alimentario Argentino, se entiende por azúcar blanco, la sacarosa purificada y cristalizada. La denominación de refinado hace alusión al tratamiento físico-químico de clarificación, de coloración, filtración y recristalización.
El verdadero problema radica en el azúcar añadido, modificado e industrializado, colocado en exceso en los productos alimentarios ultraprocesados. El procesamiento de alimentos consiste en una modificación de la forma natural e integral de los alimentos, obtenida a través de cambios físicos, térmicos y químicos, con el objetivo
de mejorar y/o modificar su disponibilidad, seguridad, accesibilidad, palatabilidad, textura, color, sabor y vida útil. La alteración de la estructura natural de un producto alimentario dificulta su digesto-absorción. Nuestro organismo presenta estructuras, enzimas específicas, diseñadas para digerir productos de la naturaleza, por lo que, la ingesta de alimentos modificados no son absorbidos adecuadamente alterando nuestra microbiota intestinal. También tienen efectos sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.
Los alimentos de alta palatabilidad a los que se les añade una gran cantidad de azúcares refinados, tienden a generar una conducta alimentaria hedónica (placentera) que algunos autores la encuadran en el concepto de adicción alimentaria, por compartir similitudes de comportamiento con otro tipo de adicciones.
Las sustancias adictivas rara vez se encuentran en su estado natural, se han alterado o procesado de tal manera que aumenta su potencial de abuso por tener efectos a nivel del sistema neuronal de placer y recompensa.
Hay alimentos naturales que contienen azúcar como las frutas o alimentos que naturalmente contienen grasas como frutos secos pero difícilmente se encuentren dichos nutrientes de forma simultánea en el mismo alimento de forma natural. En cambio, muchos alimentos sabrosos al procesarlos requieren cantidades artificialmente elevadas de ambos como productos de pastelería, panadería, pizzería, etc.
Es posible que estos alimentos altamente procesados sean capaces de provocar respuestas biológicas y de comportamiento adictivas debido a sus niveles de recompensa anormalmente altos provocados por el alto grado de azúcares añadidos combinados con grasas de forma artificial.
Se han realizado múltiples estudios que sugieren que una mayor ingesta de alimentos con alto contenido de hidratos de carbono simples, se relaciona con una mayor actividad en la corteza cerebral asociada a las áreas de recompensa.
La famosa resistencia a la insulina, como estadío previo a la Diabetes Mellitus tipo 2, surge como un mecanismo compensatorio protector adaptativo frente al consumo excesivo de hidratos de carbono que supera la capacidad digesto-absortiva de los mismos. El cuerpo pone un freno al exceso de su consumo.
Por eso, no se trata de demonizar el azúcar, sino de elegir fuentes naturales y balancear su consumo.
Dra. Leone María Eugenia
Médica Clínica
Especialista en Nutrición y Diabetes
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